martes, 1 de octubre de 2013

Música para mis oídos

El hecho de oír repetidas veces una canción, aparte de someter a una tortura a quien esté a mi lado, hace que distinga matices y acordes que no había percibido antes.

Este verano estoy descubriendo mucha música, pero vuelven a mí canciones que creía olvidadas. Volver a escucharlas hace que me emocione y que preste más atención para ver de qué manera me sorprenden.

La aplicación de dicha teoría en el universo «sentimientos» sería ideal: la canción que dejas de escuchar en dicho mundo es porque te horroriza y/o porque no quiere que la escuches, con lo que si vuelves a oírla, cometes un error. Si te horripilaba de por sí el single, el matiz que descubres es que huele mal —por decir algo— y si te encantaba el hit, puedes dejarte llevar por una melancolía ponzoñosa con peligroso callejón sin salida incluido.

En el universo que suelo vivir, donde mezclo energía positiva, cotilleo agresivo, ayuda desinteresada y algún que otro tema, suelo identificar piezas, opus, arias y canciones en general con la gente que significa mucho para mí. Por poner un ejemplo, Adagietto de Mahler sería para una persona especial que llevo siempre conmigo; que como la obra, no sabes cuándo empieza, pero los instrumentos van sumándose y el volumen crece de forma ascendente y, con una melodiosa trama, el símil es que apareció un día sin darme cuenta y ahora es mi mayor tesoro. El Adagietto puede parecer triste, pero los matices que aprecio son preciosistas y bellos.



Como dirían en los 40 Principales: sería imposible vivir sin música.



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