jueves, 12 de septiembre de 2013

¿37?...¡¡¡Madre mia!!!


Me acabo de levantar y he sentido que ya son míos los 37 que alcancé la semana pasada. Es una edad un poco desconcertante, ya que es un número anodino e insignificante; no conozco a nadie a quien le haya ocurrido nada especial en esa franja. De hecho, el otro día acompañé a mi madre al cementerio para que limpiara la lápida de sus padres (por muy Almodóvar que parezca, no es nada de mi agrado) y me fijé en las tres columnas de nichos: nadie había muerto a los 37. Este hecho me hizo respirar con tranquilidad. 

Nada ocurre en los 37 como norma general en mi círculo, pero he de confesaros que en mí sí ocurrió algo que me hizo ver que me encanta esta edad y todo lo que conlleva tener estos años. 

De sobra sabéis que me dejo llevar por la nostalgia de mis años mozos, cuando era delgado, lozano y —ya que estamos hablando en serio— un poco acneico. Pues la semana antes de mi cumpleaños la pasé cabizbajo, triste y melancólico por el hecho de cumplir uno más sin tener aún un rumbo fijo, de no haberme casado de un blanco impoluto, de no tener un jaguar en la cochera... Vamos, que estaba pensativo y me hubiera gustado ralentizar el curso natural para detenerlo y conectarlo cuando el universo girarse sobre mí (Amaral me ha causado cierto daño). En eso estaba cuando tuve que ir al centro de especialidades sanitarias para hacerme el chequeo anual. Me pidieron la tarjeta sanitaria —un bien preciado en la época en la que estamos— y empezaron a redactar un informe que decía: «varón de 37 años...». La corté ipso facto con un: «Mari, te equivocas. Tengo 36 aún, los cumplo mañana». Ella me miró por encima de las gafas y sopló con un: «cómo sois los...». Me sentí tan ridículo que no le contesté, pero no me hacía a la idea de lo de «varón de 37» si no los tenía.

Me dormí con la desazón de despedir los 36 sin saber bien cómo habían pasado, habían sido muy rápidos en irse. La sensación de querer ser teenager otra vez fue mi último pensamiento antes de empezar a respirar fuerte.

Me levanté a las siete y media para sacar a Miranda, que me saluda dando saltos y mordiéndome los brazos, tanta energía me aplatana de parte de mañana. Acto seguido, me dirijo al baño para mi aseo y cuando me dispongo a lavarme la cara, veo que tengo toda la frente llena de acné, acné de «foto del antes» de Geli d’Mora (clínica pionera en la Vega Media y el Baix Vinalopó en el tratamiento de acné). Me encarnizo para que desaparezca tal paella en mi larga y angosta frente, pero solo consigo que parezca un atrezo de La matanza de Texas.

Y entonces pensé que tener 37 está genial, tener una madurez a nivel cuerpo es un logro que no quiero perder, me da igual mi curva abdominal, mi alopecia ínfima en la coronilla y demás atributos del final de la treintena. La inestabilidad hormonal, el look grunge católico y tener castrado el corazón ya no forman parte de mí. 

Para los que cumplimos años, para los que dejaremos en breve la treintena y para ti hago una pedorreta a las crisis tontas.